En España, todas las personas son iguales ante la ley. ¿Pero lo son también en la vida real? Para quienes viven con una discapacidad, la respuesta es clara: no. La igualdad formal está escrita en los códigos jurídicos, pero no se traduce automáticamente en igualdad real de oportunidades.
En IMPULSA IGUALDAD lo sabemos bien. Por eso hablamos de dos niveles: uno simbólico y legal, y otro profundamente cotidiano.
La igualdad real exige más que buenas intenciones: necesita medidas concretas, accesibilidad universal, apoyos personalizados, y voluntad política para transformar estructuras injustas. Implica derribar barreras físicas, tecnológicas, sociales y culturales. Es cambiar la forma en la que diseñamos políticas públicas, espacios, servicios y relaciones. Supone pasar de la retórica a la acción, con una apuesta decidida por la accesibilidad universal, los apoyos individualizados y un cambio de mirada social.
¿Y si empezamos por dejar de fingir que el punto de partida es el mismo para todas las personas? Desde IMPULSA IGUALDAD lo repetimos con claridad: no se trata de dar lo mismo a todo el mundo, sino de ofrecer lo necesario para que todas las personas puedan vivir con plenitud. Eso es justicia social.